La vivienda es una necesidad humana fundamental y el derecho a una vivienda adecuada es reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aun así existen más de 100 millones de personas sin techo y otros 2.000 millones viven en alojamientos precarios, en condiciones que ponen en riesgo su salud y que no respetan su dignidad, según datos de la ONU.
Los proyectos de vivienda social surgen a principios del siglo XX con el objetivo de proporcionar una residencia digna y asequible a aquellos que no pueden acceder a ella en el mercado privado. Para ello cuentan con el apoyo financiero de los Estados a través de diferentes entidades públicas creadas para actuar como promotoras.
Más recientemente han surgido cooperativas de usuarios que impulsan sus propios proyectos de vivienda social para llegar a donde no lo hacían los poderes públicos.
Manteniendo siempre la austeridad económica, la arquitectura ha desarrollado una amplia variedad de soluciones relacionadas con la vivienda social. Gracias a la libertad creativa que se asocia a los proyectos, estos se han convertido en un campo de experimentación, incluso para figuras de prestigio, como los madrileños Javier Sáenz de Oiza, autor del Ruedo de la M-30, o Fernando Higueras, creador de la UVA de Hortaleza. En Francia encontramos otros proyectos singulares, como la utopía neoclásica de los espacios de Abraxas, de Ricardo Bofill, o las Arenas de Picasso, de Núñez Yanowsky.
La selección de materiales en la construcción de vivienda social está muy vinculada a razones económicas. Predominan la sencillez y la disponibilidad, y cada vez más se opta por elementos prefabricados, que permiten economizar también durante el proceso constructivo, además de agilizarlo. Es el caso de edificios en madera, como las viviendas sociales de alquiler proyectadas por JTB.architecture en Saint-Denis (Francia),cinco pisos que han sido construidos con paneles de madera laminada, un material natural, renovable, reutilizable y reciclable.
En la senda de la sostenibilidad se impulsa el empleo de materiales reciclados, como en el edificio realizado a partir de contenedores de barco, recientemente promovido por el Ayuntamiento de Barcelona. Cuatro meses han bastado para convertir dieciséis contenedores en doce viviendas listas para acoger a los primeros residentes. “Es un material muy resistente y barato que al ser reutilizado responde a los requerimientos ecológicos».
El mejor ejemplo es la Unité d’Habitation de Le Corbusier, conocida como Cité Radieuse, porque permite el paso de la luz a todas las habitaciones. Pero cuidado con lo que deseamos, porque podemos terminar convirtiéndonos en centro de visitas turísticas, como les ocurre a los habitantes de las Casas Cubo de Piet Blom, en Rotterdam.